jueves, 17 de diciembre de 2009

A mi madre.

Querida Madre, razón de mi existir, pábulo
de cognición que dio aliento a mi esencia,
viejita amada de mi alma y entrañas,
pagas mi amor con solo una dulce mirada.

Cuán ufanas son mis noches si ti,
plúgole de tu recuerdo, pedernal
en el crisol de tu querer arrebujado,
donde abro mis puertas a tu beso apretado.

¡Gloria a ti Madre!, germen de vida,
no ha de existir otra mujer tan amada,
en mi esperanza de caricias colmada,
por tus suaves manos, donde hallo acogida.

Consagras mis días, con tu piadosa mirada
de luces de espejo, que siempre brillan sin enojo,
en el albor bañado del tesoro de una fragancia,
eterna de abrazos y besos repletos de gozo.

Amor de mi amor, casta de aroma tenue,
sabes a hogar, a pan recién horneado,
eres luz de navidad, velitas de cumpleaños,
sábanas suaves, pañuelo para mis llantos.

Dulce protectora, solo en la gracia de tus brazos,
bendecidos del candor de la gloria de un ángel,
encuentro el refugio que siempre anhelo,
en la cumbre airosa de tu comprender sosegado.

Ungiste mi alma con un amor de nácar florecido,
que recorre mis venas, en mi sangre, que es tuya,
y hace de mi corazón refugio de un sentimiento,
que ha de vivir en mi, incluso tras su último latido.

Mamita mía, sufro tanto al verte tan mayor…..
Sabe bien mi Dios, que mis años te entregaría,
para mi adoración mostrarte una y mil vidas.
No me dejes nunca…., pues necesito tu calor.

Y es que….

No hay nada que se parezca tanto al Creador,
como el caudal de la tierna caricia
que en la vehemencia de su momento,
guardas Madre mía, en uno de tus besos de amor.


Joseán, 17 de diciembre de 2009.

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